La inclusión financiera, un desafío global de gran alcance, afecta directamente la vida de millones en todo el mundo al garantizar la accesibilidad a servicios financieros para todos, sin importar su situación económica. Esta iniciativa no solo busca remover barreras, sino también fomentar una participación plena en el sistema financiero, lo que conlleva una mejora significativa en la calidad de vida.
La tecnología financiera ha sido un factor determinante en la ampliación de la inclusión financiera al facilitar el acceso a servicios financieros de forma segura y eficiente mediante innovaciones como los pagos digitales, billeteras móviles y métodos de pago sin contacto. Por ejemplo, en 2021, el 46.4 % de los hogares en Estados Unidos utilizaron servicios de pago en línea no bancarios, lo que marcó un hito en la adopción de estas tecnologías.
En este sentido, la inclusión financiera trasciende el mero acceso a servicios financieros, abarcando también la educación y alfabetización financiera. Estos aspectos resultan fundamentales para capacitar a las personas a tomar decisiones informadas y comprender los beneficios de los servicios financieros formales, fortaleciendo su capacidad para administrar recursos y planificar a largo plazo.
Uno de los objetivos principales de la inclusión financiera es cerrar la brecha de género en el acceso a servicios financieros, dado que las mujeres tienen un 31 % más de probabilidades que los hombres de tener una cuenta bancaria inactiva, según Women’s World Banking. En este contexto, abordar esta disparidad no solo empodera económicamente a las mujeres, sino que también contribuye a reducir la brecha de género en el acceso a servicios financieros.
Sigue leyendo: FORTALECIENDO LA SEGURIDAD ALIMENTARIA A TRAVÉS DE LA INCLUSIÓN FINANCIERA
Además, la inclusión crediticia, otra faceta crucial, busca ampliar el acceso al crédito a personas con historiales crediticios limitados mediante la consideración de nuevos criterios, como los pagos de servicios públicos o historiales de alquiler. Esto posibilita el acceso al crédito a un mayor número de personas, impulsando así la actividad económica y el crecimiento.
La existencia de regulaciones sólidas es fundamental para garantizar un entorno financiero justo y ético, protegiendo a los consumidores y generando confianza en el sistema financiero. En este sentido, estas regulaciones no solo protegen a las personas financieramente vulnerables, sino que también fomentan una participación más activa en la economía.
Por otra parte, la inclusión financiera no solo tiene beneficios sociales, sino también económicos, al reducir la pobreza y la desigualdad, fomentar el emprendimiento y aumentar el ahorro, lo que contribuye al crecimiento económico a nivel local y nacional. Además, el respaldo a las pequeñas empresas mediante plataformas de financiamiento innovadoras, como LendingClub, facilita el acceso al capital necesario para su desarrollo.
La tecnología continúa desempeñando un papel crucial en la mejora de la inclusión financiera, ofreciendo nuevas oportunidades para realizar transacciones financieras de manera segura y eficiente a través de la banca móvil y las criptomonedas, especialmente en países en desarrollo donde el acceso a servicios financieros tradicionales puede ser limitado.