Mientras el mundo financiero se digitaliza a gran velocidad con pagos biométricos, transferencias digitales y comercio electrónico, millones de niños mexicanos crecen sin saber ahorrar, usar una tarjeta o identificar riesgos financieros básicos, mostrando rezagos notables en educación financiera.
Y si bien en México hablar de dicha condición para niñas, niños y jóvenes dejó de ser un “extra” y se volvió un objetivo de país, donde distintas instancias han planteado 2030 como el horizonte para que toda la población escolar reciba formación financiera básica desde primaria, aún el reto pinta monumental, tendiendo en el horizonte una meta lejana y esfuerzos que siguen dispersos entre actores públicos y privados.
Aunado a ello, en la práctica, el país enfrenta una desconexión alarmante entre el acceso a productos financieros y su uso informado. De hecho, muchísimas personas ni siquiera tienen acceso a ellos, haciendo que la inclusión financiera sea un problema aún más grave que la falta de educación, aunque va de la mano.
Cifras que reflejan el nivel de educación financiera
En dicho contexto, algunos datos contundentes plantean que de acuerdo con Unifimex, el 94% de los adultos aún usa efectivo, y más del 50% jamás ha tenido un crédito; en tanto, el 56% del ahorro en México se hace por vías informales.
Asimismo, de acuerdo con BBVA, el 61% de los mexicanos no alcanza el puntaje mínimo deseable en conocimientos financieros, lo que coloca al país por debajo del promedio del G20; mientras que, la brecha de género es marcada, pues las mujeres tienen 15 puntos porcentuales menos que los hombres en conocimientos financieros mínimos.
Además, 66% de la población no lleva un presupuesto y 42.5% gasta más de lo que gana, por el 59.6% que no se fija metas económicas a largo plazo, y más de la mitad que no puede cubrir una urgencia económica equivalente a un mes de ingresos.
De la misma forma, un reporte de El Financiero indica que solo el 29% de los mexicanos aprueban un examen de conocimientos básicos en diversificación, inflación e interés compuesto, la cifra más baja de América Latina.
Lo curioso es que construir un patrimonio sólo requiere conceptos que son muy sencillos de entender y que además son fáciles de implementar; sin embargo, lo difícil es que la gente los siga porque requieren de constancia, disciplina y paciencia, lo que se traduce en una sana educación financiera.
Incluso en países ricos, mucha gente prefiere vivir endeudada porque piensa que es la única manera de tener mejores cosas o una calidad de vida mejor, pero esa es sólo una ilusión.
¿Qué falta para llegar a 2030 con una generación financieramente educada?
- Primero: Coordinación y obligatoriedad curricular. Hoy existen materiales del Banco de México, el MIDE y otras instituciones, pero no hay aún una política que los haga obligatorios ni un sistema nacional de evaluación continua.
- Segundo: Alinear la estrategia país. La Política Nacional de Inclusión Financiera (PNIF) define como objetivo fortalecer la salud financiera de la población; además, el sector bancario ya enfiló su agenda 2025-2030 en cuatro ejes, con la educación financiera como pilar.
- Tercero: Evaluar con evidencia. Ante lo cual se podría usar la ENIF como línea base y crear módulos para adolescentes que midan conocimientos (presupuesto, ahorro, crédito, fraude digital), actitudes (aversión a endeudamiento improductivo) y conductas (uso de cuentas, ahorro para metas y retiro), incluyendo indicadores anuales para saber qué funciona y dónde ajustar.
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